“El viaje del Actor” supone un homenaje sincero y merecido al mundo del teatro desde el teatro mismo. Es decir, desde el pequeño microcosmos humano y humilde de quien es el germen de la creación escénica: el actor, hacía el arte universal más directo, persuasivo, revolucionario y peligroso que es el TEATRO, con mayúscula.
Chejov afortunadamente hoy está tan vivo que solo con un acto de cualquiera de sus obras se podría extraer una radiografía sociológica y política de nuestra realidad cotidiana radicalmente vigente.
No puede ser de otra forma cuando hablamos de un autor comprometido con la injusticia y con la falta de libertad, amante de la constancia y de la tenacidad.
Como diría en una de sus cartas: “trato de equilibrar la verdad y la mentira de mis personajes”. En más de una ocasión manifestaría la posición inequívocamente neutral aunque no por ello pasiva: “el autor no tiene por qué ser juez de los personajes ni de lo que éstos dicen, sólo debe ser un testigo imparcial”.