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Dos tipos duros ablandados por la Lluvia constante

Dos tipos duros ablandados por la Lluvia constante

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Estrenada a finales de 2014 en los Teatros del Canal de Madrid, cosechó el mismo éxito que ha ido recogiendo en cada una de las paradas de la gira que les ha paseado por media España durante 2015. Aquella primera temporada en la capital supo a poco, mucha gente se quedó con las ganas de ver Lluvia constante y muchos otros y otras con ganas de repetir, porque es una de esas obras que apetece volver a ver, porque es una experiencia teatral intensa y arrolladora, con las que uno disfruta como cuando le cuentan una buena historia y su imaginación se pone en marcha. El público, no en vano, es parte fundamental de este espectáculo, que está concebido desde el principio como una conversación con los espectadores a los que se les invita a estar muy activamente en el desarrollo de los hechos. Quizás ahí radique el secreto de su éxito. O eso es lo que nos cuentan sus protagonistas, Sergio Peris-Mencheta y Roberto Álamo, que dirigidos por David Serrano y envueltos en el excepcional trabajo plástico de Elisa Sanz como escenógrafo y Juan Gómez Cornejo como iluminador, recrean cada noche la historia de Dani y Rodo, los dos policías y, sobre todo, amigos, que imaginó Keith Huff... como si todo ocurriera por primera vez. Volverá a pasar entre el 13 de enero y el 14 de febrero en el Teatro Bellas Artes.

 

¿Cómo explicáis vosotros ese tremendo impacto que propicia Lluvia constante en el espectador?

ROBERTO ÁLAMO: A parte de que el texto es extraordinario y por supuesto la dirección, las luces, la escenografía son extraordinarias, yo creo que en lo que a nosotros respecta, a Sergio y a mí, ponemos sobre el escenario aquello que no es tan usual poner, que es nuestra humanidad, y nuestra fragilidad a flor de piel, más allá de cualquier técnica teatral que tu puedas descubrir... qué bien habla este actor O qué bien se mueve... Ponemos sobre el escenario lo que me imagino que quiere poner todo el mundo, tampoco es nada especial, pero lo ponemos de manera muy descarnada, con lo cual el espectador entra en ese cuento que contamos de una manera también descarnada. Y eso es lo que hace que en casi todas las funciones que hacemos, para mi pasmo y para el de Sergio, y para el de todos, acabe todo el teatro de pie aplaudiendo y emocionado, que eso es el mayor premio que te pueden dar.

SERGIO PERIS-MENCHETA: Desde luego, al que le toca la función, le toca mucho. Yo creo que tiene que ver con algo que tiene la función que a medida que hemos ido haciéndola en gira lo hemos ido propiciando más, que es romper cada vez más la cuarta pared e implicar mucho más al espectador desde el principio. En el Canal no se hacía tanto y fue algo que fuimos descubriendo en las reposiciones, cuando vuelves a hacerla, a trabajar otra vez con el director, y van surgiendo cosas nuevas. Y luego dándonos cuenta que da igual al público al que se le cuente este cuento, sea del Norte de España o sea del Sur, del Este o del Oeste, si se le implica desde el principio, el espectador hace la mitad del trabajo. Yo solo recuerdo algo similar con Un trozo invisible de este mundo, que la gente salía muy impactada, pero no tiene que ver, aquello tenía que ver con el mensaje directo que se estaba contando. Aquí no es tanto el mensaje que se cuenta, porque es una historia que habla de algo muy general, como puede ser la amistad, algo que se ha visitado mucho, sino es el hecho de que cada espectador, durante la función, está teniendo la película de lo que le estamos contando. Solamente ve a dos personajes en escena, solo pone cara y voz a dos de los personajes de los veintitantos que aparecen en la función, de los que se habla, el resto se los tiene que imaginar. Igual que los lugares, es todo el rato la misma escenografía, ni ponemos proyecciones ni vamos cambiando el decorado, es bastante neutro, con lo cual tienen que imaginarse la zona muerta, las calles de las que se habla, la casa de Mara, etc. Es casi como estar haciendo lo que haces cuando lees una novela, que te sumerges. Creo que tiene que ver con el grado de inmersión del espectador lo que provoca que haya mucha complicidad con la obra y que la gente salga empapada, como nos gusta decir.

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ROBERTO ÁLAMO: Es así absolutamente. Una buena parte de que esto que estamos comentando, de la abducción del público por así decirlo desde los primeros momentos, tiene que ver con eso, con que rompemos la cuarta pared nada más empezar y ya la pared queda rota hasta el final de la función, el público es juez y parte de lo que está pasando.

SERGIO PERIS-MENCHETA: En ese sentido es una obra maravillosa, es muy difícil, porque evidentemente estás todo el rato mirando al público y notas que de alguna manera está obligado, indirectamente, a escuchar, porque en cualquier momento se le puede preguntar, con lo cual se meten en la historia y eso tiene cosas a favor y cosas en contra también, como que una cara iluminada en la oscuridad es un palo. Lo bonito y lo interesante es que estamos teniendo una gira en la que las caras iluminadas en la oscuridad son muy pocas y si lo son, son muy breves, tiene más que ver con alguien que le salta un wasap o algo así, no que alguien de pronto desconecte y se ponga a mirar el móvil, porque hace rato que no me preocupa que suene un teléfono móvil, puedo entender que un teléfono móvil, a pesar de que se les insista y se les vuelva a insistir, salte una alarma, o una persona mayor sin querer que no lo haya terminado de apagar... un descuido lo puede tener cualquiera. Ahora, lo que no puedo entender es una cara iluminada en la oscuridad, eso sí que es fehaciente, es alguien que ha decidido desconectar, no lo puedo entender porque si yo fuera él me levantaría y me iría, el teatro también está hecho para eso, si no me interesa me levanto y me voy, y en esta función estamos viendo con mucha intensidad eso porque estamos mirando todo el rato, y ellos se creen que no les vemos pero hasta la fila 10 vemos todas las caras. 

 

La obra habla de la amistad entre dos policías, una amistad que se pone en peligro...

SERGIO PERIS-MENCHETA: Yo creo que el hecho de que sean policías es absolutamente coyuntural, o contextual, da igual que sean policías, el autor decidió que fueran policías porque en Chicago, donde se ubica la función, parecía correcto, y en EEUU las historias de polis se sabe que son un cliché y el autor, como todo autor que se precie, quería alejarse un poco del cliché y contar una historia con un poco de profundidad que a lo mejor no se ha contado antes. El asunto no está tanto en el hecho de que sean policías, aquí es claramente secundario. Es un caso el que hace que estalle, que se resquebraje esa amistad que se suponía tan duradera, que era absolutamente neurótica, era una necesidad neurótica más que una amistad, y es eso lo que se descubre, que es una necesidad neurótica, que se necesitan los dos en sus enfermedades respectivas, no en su salud. Gracias a un caso descubren esto y a una concatenación de factores que vienen a raíz de ese caso descubren que están enfermos los dos y que la sanación tanto del uno como del otro está precisamente en viajar hacia donde está el otro, en vivir lo que está viviendo el otro, y de hecho hay un cruce de los dos personajes en un momento dado donde se ve que donde acabo yo es donde empieza él y viceversa. Son dos caracteres distintos, es decir, yo nunca voy a ser Dani y él nunca va a ser Rodo, pero sí que mis circunstancias depresivas con las que empieza la función o que digamos están al principio de la línea cronológica que cuenta la obra, son las suyas finales y viceversa. Eso es muy bonito de vivir en escena, sin perder el personaje, cada uno va a ir al infierno del otro.

ROBERTO ÁLAMO:Sobre la amistad se ha escrito, hablado, filosofado, desde los tiempos presocráticos, pero realmente lo que creemos que Huff ha hecho es abrir en canal aquello que se supone que siempre es inquebrantable entre dos personas, la verdadera amistad. El autor mete ahí un cuchillo y dice, cuidado, la amistad es cierto que es maravillosa, quizá de las cosas más importantes de la vida, pero a veces se puede desmoronar, como el amor.

 

 

Actoralmente, la obra pinta muy interesante como trabajo para vosotros...

SERGIO PERIS-MENCHETA: Es un trabajo que requiere menos esfuerzo del que parece cuando se ve la función, todo el mundo nos dice: debéis acabar derrotados. Es verdad que hay una parte donde, por el simple hecho de estar todo el rato en escena, ya hay una entrega, ninguno de los dos sale de escena en los 100 minutos que dura, y eso es una “paliza”, nos llueve encima, nos peleamos, hay una serie de cosas, de coreografías que dices, joder, qué cansado. Y luego realmente es más de lo que uno piensa porque uno, como espectador, vive toda la película, vive todo el periplo, y dices joder, todo lo que os ha pasado en este rato, ¿no? ¡Hay que ver todo lo que os pasa en cada función! Realmente es mucho más sencillo, porque nosotros lo que hacemos es que decimos un texto, no es por quitarnos mérito ni falsa humildad, es que es verdad, decimos un texto y el público lo procesa, lo digiere y nos lo devuelve, y nos lo devuelve con el silencio y con la tensión y con las respuestas cuando preguntamos, etc. Es realmente un cuentacuentos lo que estamos planteando, un cuentacuentos que funciona, que en general interesa y engancha. Y en ese sentido es muy bonito vivirlo, primero por estar en escena con Roberto Álamo, que es una pasada. Estar en escena con alguien que entiende el teatro a tu manera es una pasada, no es tan habitual. Es verdad que en una obra de dos, si no es así, es trágico, puede ser mortal. Y eso se buscó, porque David (Serrano) quería un actor de la cuerda de Rober y me buscaron, yo no les conocía. En ese sentido, el viaje que nos pegamos es muy disfrutable.

 

De hecho, os habéis hecho amigos en el camino...

ROBERTO ÁLAMO: Esta función es muy difícil, no imposible, pero casi, hacerla dos hombres en este caso, dos actores, que no se lleven bien, o que sean indiferentes el uno para el otro, o que no tengan empatía. Para mí sería imposible pensar en esta función si no fuera así, y de eso nos dimos cuenta en las primeras lecturas, que esto es muy duro, es muy fuerte, e inconscientemente nos aferramos el uno al otro. De hecho, hay algo que la gente no sabe: antes de empezar la función, justo antes de que suba el telón y se encienda la luz, justo en esos 5 o 6 segundos que estamos en escena a oscuras, Sergio y yo nos abrazamos y nos decimos al oído te quiero, yo cuido de ti, y él me dice y yo de ti. Porque de alguna manera, yo siempre lo digo, es una función tremenda de hacer, de digerir, en el buen sentido, en la que te dejas mucho, y tenemos la sensación, cuando terminamos la función, siempre lo digo, bueno, hemos jugado la final de la copa de Europa, pero no sabemos si la hemos ganado, nosotros la hemos jugado, ahora el público que diga si hemos ganado o no. Esa es la sensación, de llevar sobre las espaldas una armadura maravillosa que tenemos que despegar todos los días a una hora determinada, y para eso hay que estar preparados y confiar el uno en el otro y quererse el uno al otro, porque como dice Sergio muy bien dicho, el diamante está en el otro, tienes que buscarlo en el otro, y eso es muy hermoso.

SERGIO PERIS-MENCHETA: Nos hemos hecho amigos y además tenemos más puntos en común de lo que nos podríamos imaginar antes de conocernos. Aparentemente, cada uno tiene una trayectoria muy distinta, nos hemos encontrado en un momento en el que acabamos de ser padres los dos, además nuestros hijos se llaman igual, Río, y es un nombre muy particular, sin habernos conocido le pusimos el mismo nombre a nuestros hijos. Y luego yo le admiro profundamente a este tío, yo estoy en escena con él y todos los días, cuando lo escuchas en el monólogo que yo estoy en escena viéndole, digo joder, que suerte tengo de estar aprendiendo de esta bestia parda, los 5 años que me saca para mí son 60, como actor. Realmente no me aburro en escena, me gusta verle, porque además como los dos cambiamos permanentemente, no somos de ir a la marca, nos lo pasamos muy bien y tenemos ya nuestro propio código. Es un lujo. Y con David igual, también me he hecho amigo de David, que tampoco le conocía y me he encontrado con un chaval de mi quinta, que entiende el teatro como yo y que también es director, que también adapta textos, y estoy ya en otro proyecto con él. Se ha creado un equipito de trabajo, y eso mola.

 

¿Qué esperáis de esta vuelta a Madrid?

SERGIO PERIS-MENCHETA: Lo que realmente le pedimos a Madrid es tener un buen cierre, porque de momento cerramos en Madrid, yo me voy a rodar fuera... Y digo de momento porque yo creo que en otoño a lo mejor se puede hacer alguna plaza más que no hemos hecho y es una obra que es muy fácil de guardar, sólo depende de nosotros dos y si la queremos seguir haciendo, la seguiremos haciendo. A Madrid le pedimos un cierre bonito, disfrutar de estos días y que la disfrute toda la gente que no pudo verla en el Canal, porque sólo estuvimos 3 semanas, y ojalá se llene el Teatro Bellas Artes todos los días. Tampoco tengo nervios por volver a Madrid, la obra ya está estrenadísima. Yo odio los estrenos, los detesto profundamente, creo que no deberían existir, las funciones deberían tener público desde el primer día de ensayos, deberían estar tu padre, tu madre y tu maestro el primer día de ensayos ya viendo la función, y Marcos Ordóñez, de manera que no habría estreno, porque ya la habrían visto los que te ponen nervioso realmente.

 

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